Busca el tema que más te guste!

domingo, 2 de junio de 2013

*EL LIBRO* CAPÍTULO 16 -Carlos Atienza Cuenca-

CAPÍTULO 16

Los chicos no se dieron cuenta de que ese momento de tristeza podría ser aprovechado por los magos asesinos para acabar con ellos. Quien sí se dio cuenta fue André, que lanzó unas llamas, rodeó a los enemigos y se los llevó a otro lado, con el mismo truco que usó en el cuarto justo antes de comenzar la batalla. Así les daría unos minutos para despedirse y poner a los mentalistas a salvo.

Daniel decidió despedirse hablándole a las mentes de cada uno, por separado, usando sus últimas fuerzas. Primero habló con Miranda y le dijo que no había sido su culpa, que es normal cometer a veces errores y el hecho de que las consecuencias de uno sean mayores de lo previsto no hace que tenga mayor culpa. Miranda no supo que decir, estaba en blanco y seguía llorando.

Luego habló con Gonzalo, fue una conversación más larga y profunda, le dijo que cuidara de sus hermanos, de alguna manera u otra se habían convertido en su responsabilidad. Gonzalo tenía una pregunta importante que hacerle, si la vida de sus hermanos estaba en juego, ¿por qué al enterarse de que no era el elegido, no se lo dijo a Isaac? Él le contestó, “algo me hizo sentir calor al verte, un calor que ni las mismísimas llamas de André habían desprendido jamás. Algo me dijo que tú, aunque no fueses mago, sabías hacer magia, porque las personas normales también tenéis poderes. Podéis conseguir vuestros propósitos, podéis amar y ser amados como ningún otro ser puede, cuando vuestros actos son puros desprendéis una luz en la mirada que da confianza a quien los mira. Vosotros tenéis la verdadera magia en la sangre, la magia de aprender y buscar el bien común, la magia de vivir en familia y no dudar de vuestras prioridades. Por eso y por muchas otras cosas dejé que te convirtieras en nuestra esperanza, porque fuera cual fuese la fuerza del verdadero elegido, su entusiasmo, su honestidad y su fuerza de voluntad no llegarían ni a las suelas de la tuya.

Gonzalo no pudo hacer más que sonreír mientras seguía dejando caer sus lágrimas. Era cierto, las personas corrientes tienen una magia escondida, algunos trucos los tienen en desuso, pero son mágicos en ese aspecto pero, no están acostumbrados a que se les diga. La monotonía de la vida de nuestro protagonista antes de su sobrenatural aventura había sido culpa suya.

Ahora pensaba en Miguel, su compañero de piso, y en lo contrario que habían sido siempre, él siempre ha sido muy optimista, siempre deseando que empezara un nuevo día cuando se iba a dormir y no quería que acabara cuando estaba despierto. Gonzalo era totalmente opuesto, cada día le parecía igual que el anterior y no le gustaba su carrera. Ahora se daba cuenta de que Miguel manifestaba su magia, por eso era feliz.

El hecho de haberse enamorado, de haber aprendido una serie de poderes, de estar luchando por y para los más débiles no le hacía mejor mago, le hacía mejor persona, había encontrado su manera de manifestar su magia, proteger a quien lo necesita.

En ese momento recordó a André, se encontraba ahora junto a un acantilado, combatiendo contra los tres magos él solo, perdiendo cada vez más terreno. La derrota del anciano era más que obvia, o paraba de defenderse y recibía un mortal ataque, o seguía evadiendo aquellos hechizos, retrocedía y al final caía por aquel profundo borde.

Gonzalo se secó las lágrimas, cogió a miranda en brazos y la llevó junto a Isaac y Tomás, los cuales parecían más recuperados. “Debes quedarte aquí, yo iré a ayudar a André, volveré en menos de lo que piensas, ¿de acuerdo?”, dijo Gonzalo, “Y… ¿Qué me garantiza que volverás con vida?”, replicó Miranda. Gonzalo le puso la mano detrás de la cabeza y la besó, un largo beso, quizás el mejor, el primero en el que estaba realmente enamorado. Luego añadió, “Nunca he estado más seguro de querer volver a un sitio, de querer vivir, de querer que sea mañana cuando me vaya a dormir y no querer que el día acabe mientras estoy despierto.”


El chico dio unos pasos hacia atrás, cerró los ojos, alzó su varita y dijo, “¡Ya les veo!” y en el instante desapareció. Y volvió a aparecer junto a André, ambos ya al borde del acantilado. Gonzalo sin pensarlo dos veces comenzó a atacar y gracias a su repentina aparición acertó mortalmente a uno de los magos negros, el que estaba a la izquierda. André al sentir que uno de los tres enemigos ya no emitía poder dijo, “Has conseguido hacer en un abrir y cerrar de ojos lo que yo llevo años intentando hacer, creo que me estoy haciendo viejo…” Nuestro protagonista rio sin apartar la vista ni la varita del combate, las tornas estaban cambiando a su favor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario