SONETOS DE HISTORIAS INVENTADAS
Sentados junto al fuego
contamos cuentos de miedo,
sobre malvados villanos
que jamás conoceremos.
Sobre nosotros el
cielo, un manto oscuro estrellado,
bajo nosotros el suelo,
con mil cuentos enterrados.
“Erase una vez un
hombre avaricioso y cegado
por un hambre de dinero
que jamás será saciado.
Ese hombre tuvo un
hijo, quiso darle su legado,
pero el hijo vio la
sangre en el dinero heredado.
No puedo aceptarlo,
padre; dijo el niño avergonzado.
No merezco este dinero,
pues yo no me lo he ganado.
Al oír esto su padre
quiso dejarle bien claro
que el dinero lo era
todo en este mundo de esclavos.
No le faltaba razón a
ese poseído padre
que solo pensó en el
oro y dejó a su hijo de lado
para coger sus riquezas
y en un cuarto encerrarse.
Pero él no vivió una
vida, era un hombre esclavizado
en un mundo donde el
pobre es el que muere de hambre
y el rico nunca vive
porque el vivir no es caro”.
“Existía en un
pueblo de un lugar bien alejado
una casa donde el
hombre hablaba por Dios en alto.
Los humildes ciudadanos
escuchaban embaucados
a ese hombre que sin
creer en Dios decía leer su mandato.
Sintiéndose superior
les hablaba como a hermanos,
juzgaba sin conocer a
todo aquel que había pecado.
Ironía, pues sabed que
él pecaba todo el rato
y nunca pidió perdón
ni a Dios ni a los ciudadanos.
Para conseguir poder
hizo de Dios un ser temido
del cual dijo mil
mentiras, era un hombre interesado,
pues habló de
salvación mientras pasaba el cepillo.
Murió sabiendo que no
habría cielo al otro lado,
en su entierro un
ataúd, oro puro en sus anillos
y lágrimas de personas
que se creyeron su engaño”.
“Cuenta la leyenda
que hubo una guerra sin soldados
donde el enemigo cabía
en un pequeño frasco.
Mató a miles de
personas a pesar de su tamaño,
tomó forma de epidemia
en países atrasados.
Los enfermos pidieron
la cura y no les ayudaron
aquellos países
libres, aquellos buenos cristianos.
Aún llamándose a sí
mismos Estados Desarrollados
demostraron ser tan
crueles como imperios del pasado.
Que no os extrañe
esto, la razón era sencilla,
en el mundo el egoísmo
es el himno más cantado
y nadie cede su ayuda
sin una contrapartida.
Tras la interminable
guerra el virus se había cobrado
las vidas de muchos
hombres, de niños y de familias
mientras que los
poderosos lavaban sus sucias manos”.
Y mirando a las
estrellas nos empieza a entrar el sueño,
es hora de que dejemos
los cuentos y descansemos.
Todos juntos comentamos
las historias que han contado
¿cuánto tendrán de
real, cuánto será imaginario?
Carlos Atienza Cuenca
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