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martes, 29 de octubre de 2013

EL CAMPESINO PENSADOR -Carlos Atienza Cuenca-

EL CAMPESINO PENSADOR

(España, época feudal)

Es mi obligación anunciar, maese lector,
el lugar en que se ambienta la siguiente narración.
Y citar sobre el estilo y la forma del autor,
que se emplea en esta obra por mera y propia diversión.

Sea pues que se encontraba un campesino y pensador
de los que pagan los impuestos y servían al Señor.
No leía las escrituras, pues no tuvo educador
y soñaba que algún día podría ser un escritor.

El señor feudal reía, “deje de pensar sandeces
y vigíleme el arado, hace tiempo que no crece.
¿Qué importan unas letras mientras obedezca y rece?
¿Qué más da si cada día puede usted comer dos veces?”

Levantose el campesino de donde hallose pensando,
“no lo entiende, mi señor, noto algo me está llamando,
algo incita a mi razón, algo clama y mientras tanto
solo soy un campesino que se pasa el día arando”.

Al oír esto el noble hombre sintió pena y compasión
y centrose cada tarde en obrar como mentor.
Enseñó letras y arte al campestre pensador
y este recibió las clases con total satisfacción.

Diole un tiempo al nuevo culto de expresarse en el papel
mientras el noble cultivaba, siendo esto contra ley.
Cuando el privilegiado pudo al fin la obra leer
quedose anonadado y mostrola ante el rey.

“Majestad, vengo en nombre de las letras y le entrego
una obra primordial que leer a vos le ruego.
Dótese de importancia, no la deje para luego,
ya que es de lo escrito en castellano, lo más bueno.”

Leyó pues el rey aquellas hojas y no pudo contenerse,
“Dígame educado noble, ¿a qué erudito pertenece?
No se calle el autor que hizo al rey conmoverse,
¿es que acaso fue vos?¿Es acaso usted la fuente?”

“No, señor, no fui yo el autor de dichos versos,
fue un pobre campesino que trabaja en mis feudos.
El deseó ser escritor y ayudé a cumplir sus sueños,
aprendió de mí a escribir, diole un tiempo escribir esto.”

El rey tornó enojado, “¿he oído bien lo que usted dijo?
¿Acaso está descontento por su título y cobijo?
Deje de perder el tiempo, como rey yo se lo exijo.
La misión del campesino es comer y tener hijos.”

El noble se opuso a las exigencias impuestas
y con esta última hazaña decidió cerrar su gesta.
El rey enfurecido lanzó gritos y protestas
y quemó con una antorcha una obra casi perfecta.

El noble aún desafiante, condenado por impertinencia
propuso un último párrafo cargado de inteligencia:
“La cultura llegará a todas partes, tengan paciencia,
algún día se hablará de un campesino en libros de ciencia.

Algún día ser inculto será una cosa de reyes
y los sabios campesinos propondrán las nuevas leyes.
La lectura llegará a todos, hombres y mujeres
y la gente escribirá sin miedo a que quemen sus papeles.

¿No lo creen? Yo lo he visto, cada mente es una prisión
y apiádese de mí Dios, pues la de un campesino se abrió.
Pero claro, está mal visto por tratarse de un labrador,
habría sido aceptado de haberlo escrito yo.”

Estas fueron sus palabras acompañadas de un adiós,
escuchadas por un rey al que ese momento temió.
Pues sería peligroso no saciar a un pensador,
podría comenzar por ello una gran revolución.


Y siendo estas últimas frases fuera de rima, les diré que las ideas de cada uno son distintas, variopintas, dotadas de importancia y es nuestro deber permitir que sean expresadas. Pues la mente que descubra la cura de enfermedades de la época de vuestra merced podría encontrarse en el sur de África, Asia o al sur de las Américas; simplemente las retenemos porque, y no se enoje vos por esta afirmación como lo hizo el rey, no toleramos compartir si quiera algo tan fácil de dar como es el conocimiento.

Por último me llenaría de gozo agradecer su participación por leer la breve historia del campesino pensador.

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