CAPÍTULO 12
Tres meses, tres duros meses, encerrado con la única
compañía de unos viejos libros y el hombre que los escribió. Sin parar de
leerlos, sin parar de practicar. Nuestro chico estaba un tanto harto de no ver
resultados. Casi había acabado el plazo y ni siquiera se levantaba a dos
centímetros del suelo, empezaba a pensar que era para nada.
“Tranquilo, has de tener paciencia y seguir practicando”,
repetía André una y otra vez. “Para ti es fácil decirlo, eres mago, no tienes
que entrenar, yo no soy nada…”, replicaba Gonzalo.
“¡Niño insolente y estúpido! ¡¿Acaso crees que nací con esta
capacidad, que podía hacer magia si me lo proponía a los siete años?! ¡Uno no
se gana el nombre de “mago” sin entrenar, insolente!, gritaba enfurecido André.
El chico le plantó cara, saltaban chispas entre ellos. En
ese momento André lanzó una llamarada que salía de un trozo alargado y
cilíndrico de madera que llevaba guardado en la túnica, una varita, y Gonzalo
la esquivó diciendo, “¿estás loco? ¡Podrías haberme matado!”. Los gritos de
nuestro protagonista fueron interrumpidos por más llamas que se acercaban a él,
era la verdadera furia de un mago.
Atrapado por el fuego, cada vez más cercano, nuestro chico
no podía hacer nada. Iba a acabar carbonizado por aquel hombre, aquel que puso
sus esperanzas en él. Estaba perdido hasta que el libro que aún llevaba en su
mano se manifestó. Era el último volumen, lo estaba leyendo instantes antes de
la mortal discusión. Como era de esperar, los conocimientos de Gonzalo sobre
magia negra eran muy superiores a los que tenía antes de estar tres meses
entrenando, se trataba de un hechizo, probablemente invocado por el antiguo propietario
de los libros, el que los olvidó en el piso. El libro empezó a levitar y de él
cayeron una carta y una varita. Sin pensarlo dos veces Gonzalo cogió el papel y
la varita, la agitó y apareció detrás del poderoso y enfurecido mago,
apuntándole con su nueva varita, amenazante, como si de un héroe se tratara.
“Ahí tienes los frutos de tu entrenamiento. El antiguo
propietario de estos libros hechizó el último volumen para que si un humano
normal los estudiaba, ansiaba esos poderes y tenía buenos propósitos, recibiera
como premio su varita y una carta”, dijo André contento por el progreso, “Ahora
debes permanecer solo hasta que acabe por completo el tercer mes, luego sal y habla
con el grupo de resistencia, Isaac te dirá el puesto que debes ocupar”.
El anciano se marchó y Gonzalo, emocionado y exhausto tras
la “batalla”, abrió la carta y comenzó a leer. “Querido aprendiz de mago…”
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