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lunes, 6 de mayo de 2013

*EL LIBRO* CAPÍTULO 12 -Carlos Atienza Cuenca-


CAPÍTULO 12

Tres meses, tres duros meses, encerrado con la única compañía de unos viejos libros y el hombre que los escribió. Sin parar de leerlos, sin parar de practicar. Nuestro chico estaba un tanto harto de no ver resultados. Casi había acabado el plazo y ni siquiera se levantaba a dos centímetros del suelo, empezaba a pensar que era para nada.

“Tranquilo, has de tener paciencia y seguir practicando”, repetía André una y otra vez. “Para ti es fácil decirlo, eres mago, no tienes que entrenar, yo no soy nada…”, replicaba Gonzalo.

“¡Niño insolente y estúpido! ¡¿Acaso crees que nací con esta capacidad, que podía hacer magia si me lo proponía a los siete años?! ¡Uno no se gana el nombre de “mago” sin entrenar, insolente!, gritaba enfurecido André.

El chico le plantó cara, saltaban chispas entre ellos. En ese momento André lanzó una llamarada que salía de un trozo alargado y cilíndrico de madera que llevaba guardado en la túnica, una varita, y Gonzalo la esquivó diciendo, “¿estás loco? ¡Podrías haberme matado!”. Los gritos de nuestro protagonista fueron interrumpidos por más llamas que se acercaban a él, era la verdadera furia de un mago.

Atrapado por el fuego, cada vez más cercano, nuestro chico no podía hacer nada. Iba a acabar carbonizado por aquel hombre, aquel que puso sus esperanzas en él. Estaba perdido hasta que el libro que aún llevaba en su mano se manifestó. Era el último volumen, lo estaba leyendo instantes antes de la mortal discusión. Como era de esperar, los conocimientos de Gonzalo sobre magia negra eran muy superiores a los que tenía antes de estar tres meses entrenando, se trataba de un hechizo, probablemente invocado por el antiguo propietario de los libros, el que los olvidó en el piso. El libro empezó a levitar y de él cayeron una carta y una varita. Sin pensarlo dos veces Gonzalo cogió el papel y la varita, la agitó y apareció detrás del poderoso y enfurecido mago, apuntándole con su nueva varita, amenazante, como si de un héroe se tratara.

“Ahí tienes los frutos de tu entrenamiento. El antiguo propietario de estos libros hechizó el último volumen para que si un humano normal los estudiaba, ansiaba esos poderes y tenía buenos propósitos, recibiera como premio su varita y una carta”, dijo André contento por el progreso, “Ahora debes permanecer solo hasta que acabe por completo el tercer mes, luego sal y habla con el grupo de resistencia, Isaac te dirá el puesto que debes ocupar”.

El anciano se marchó y Gonzalo, emocionado y exhausto tras la “batalla”, abrió la carta y comenzó a leer. “Querido aprendiz de mago…”

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