Contagiando a miles de personas, caen todas
en ese mundo mágico que no pasa de moda.
No duermo a solas, yo tengo mi música, mis cascos,
mejor que estar en silencio, que estar muerto del asco.
Todo abarco con la música, no queda nada callado,
me muero por la letra y la melodía me ha enamorado.
Acabo de tocar el cielo con el solo del bajista,
yo quiero ser musical, no quiero ser realista.
Sé que la música no cura el cáncer ni seca las lágrimas,
sé que no hace de un mal día una tarde fantástica,
sé que no revive, sé que no te da dos alas,
pero sí me ha sacado una sonrisa cuando la necesitaba.
Y se lo debo, yo nunca le pedí que me ayudara
y estuvo allí como una cuna, pidiéndome que descansara,
nunca me echó nada en cara, nunca me ha exigido nada,
siempre me ha defendido, no dejó de ser mi espada.
Carlos Atienza Cuenca
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