La aventura está en el mar
Me despierto un día más con el mar al frente,
rumbo al horizonte, mi tripulación, mi gente.
Se siente el sol en la nuca y el olor a aguamarina.
Vivan mi barco y su bandera que el viento agita.
El futuro del mar no está marcado, es inseguro
y duro, pero mi sonrisa se refleja en el mar más oscuro.
Juro que el agua es mi vida y no abandono
un hogar, glorioso mar, que me ofrece su trono.
Y como dos trozos de pan porque mi barco quita el hambre,
no habrá quien me cambie, llevo la aventura en la sangre.
Conquisto mil orillas y no resido en ninguna,
que mi vida está en mi barco aunque sea una locura.
Espero que Poseidón esté de buena gana
porque corro por su mar como un niño por su casa.
La mayor amenaza no es la muerte, es el final
de una aventura que empieza mi vida y no quiero acabar.
Si la muerte me atrapase no lloréis, estad tranquilos,
tirad mi cuerpo al mar que es donde me siento más vivo.
Sigo rumbo a esa línea invisible del fin del mundo
y a cada segundo respiro ese aire y no confundo.
No confundo miedo con cobardía y pienso,
luego existo y trato de vivir un día intenso.
Que si muero en el intento de cansancio no importa una mierda,
mejor vivir dos días al cien por cien que años al setenta.
Vengan las olas y azote el viento,
mi talento es el motor de las historias que invento.
Mi deseo, que mis cuentos de capitán jamás mueran
y surcar los mares, viento en popa a toda vela.
Y el que quiera retar al que lleva mi sombrero
que recuerde que mi espada se muere por batirse en duelo.
Quiero que a mis ojos lleguen tierras de leyenda,
que vivir esta aventura no se compra, no está en venta.
Carlos Atienza Cuenca
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